Este libro lo tenía en mi lista desde hace ya algún tiempo, pero me decidí a adelantar su lectura ante el próximo estreno de la película. Tengo sentimientos encontrados respecto a esta novela, quizá por las expectativas creadas de antemano.
El libro de Ernest Cline nos cuenta la historia de Wade Watts, un adolescente que vive en un mundo post-apocalíptico al uso, nada nuevo bajo el Sol. Para escapar de la dura realidad, todo el mundo usa OASIS como vía de escape, un juego inmersivo de realidad virtual que les ofrece una segunda vida virtual más placentera. La mecha que enciende la acción de la historia es la muerte de uno de los creadores de OASIS, James Halliday, que esconde un "huevo de pascua" dentro del metauniverso. Aquel que lo encuentre heredará una suma ingente de dinero y el control de la empresa propietaria de OASIS (sí, a mí también me parece un argumento cogido con pinzas). Para encontrar el huevo hay que ir pasando unas pruebas a modo de gincana futurista, pero con pruebas basadas en toda la mitología ochentera habida y por haber sacada de la infancia de Halliday. Si a esto le sumamos a un malo malísimo, sin medias tintas, y unos amigos buenos buenísimos, podríamos estar ante un episodio de Dragones y Mazmorras ambientado en el año 2044.
¿Ciencia ficción?
La novela está inscrita en el género de la ciencia ficción, aunque yo no he encontrado nada del género más allá de que se desarrolla en el año 2044. No se aporta nada a nivel científico ni tecnológico que entre dentro de la ficción especulativa. La realidad virtual es ya una realidad hoy y los mundos inmersivos existen hace años. De hecho, lo que se nos describe es poco más que un Sencond Life con gafas de realidad virtual y trajes hápticos. En la sociedad que se describe en el libro tampoco hay nada nuevo que no hayamos visto ya en otras novelas más o menos distópicas.
Novela adolescente
No falta la relación entre el protagonista y su Dulcinea, todo un clásico de la novela adolescente. Sin embargo, en mi opinión, el tratamiento que se le da a la relación es torpe y lleno de clichés; de nuevo muy ochentero para no perder el espíritu. El inocente y extremadamente cándido amor del protagonista hacia Art3mis, la chica, está un poco fuera de lugar hoy día. Además es poco creíble ya que Wade acaba enamorado hasta el tuétano de un ser virtual del que no sabe absolutamente nada, y que idealiza hasta extremos insospechados no ya para un adolescente, sino para un niño de infantil. Por lo demás, no deja de ser una historia de aventuras y acción con algún giro interesante, pero que se adapta bastante bien a todos los tópicos del género.
Iconoclasia como valor
A nivel literario no es una gran obra, pero tampoco lo necesita; no es su objetivo. Es cierto que hay algún que otro fallo de argumento e incluso se aprecia la mano de un escritor que conoce bien como armar una historia, pero no consigue convencernos del todo a la hora de plasmarlo en una novela. Dicho esto, tengo que admitir que he disfrutado leyéndola. Sobre todo porque va dirigida directamente a mi generación. La novela es un homenaje a toda la cultura de los ochenta, rayando a veces lo pornográfico (literariamente hablando). Ninguno de los iconos de la época quedan sin nombrar: videojuegos clásicos como Pacman, Joust o Galaxian; dibujos como Mazinger Z (Tranzor Z para el público norteamericano) o películas como Blade Runner, Cazafantasmas, los Goonies o Juegos de guerra; grupos como AC/CD o Bowie. En fin, todo un manifiesto iconoclasta dirigido a la línea de flotación de los viejóvenes de mi quinta.
En mi opinión el libro se deja leer, y si uno se abstrae un poco de algunas cosas y no se pone muy puntilloso, la novela se disfruta y engancha desde el principio. Eso sí, si no viviste tu juventud en los ochenta es posible que no reconozcas algunas de las referencias que Cline usa con profusión y, por lo tanto, es posible que no la disfrutes en todo su esplendor. Aún así, recomiendo el libro, sobre todo si, como yo, estás esperando ansiosamente ver lo que hace Steven Spielberg con esta historia que, por cierto, cuenta como guionista con el propio Ernest Cline.
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