Ignatius Reilly contra los molinos de viento

Hay libros que, además de por su calidad literaria, nos llaman la atención por las circunstancias que lo rodean. Es lo que ocurre con La conjura de los necios de John Kennedy Toole. Toole acabó suicidándose con treinta años, según cuenta su propia madre, debido a que las editoriales rechazaron publicar el libro. Lo cierto es que Toole dejó una carta a su madre en la que, presumiblemente, explicaba sus motivos. Pero el contenido de la carta nunca se hizo público, por lo que sólo podemos especular. Sea como fuere, la tenacidad de la madre consiguió que el libro llegara a publicarse años después de la muerte del autor.

Ignatius Reilly. La conjura de los necios.

Ignatius Reilly, un Quijote en Nueva Orleans

La conjura de los necios nos habla de la vida de Ignatius Reilly, contada con un estilo intachable y unos ingeniosos diálogos que nos hacen sumergirnos en la surrealista visión del mundo que tiene Ignatius. Es difícil describir a un personaje como éste; un personaje que acabas amando u odiando, pero que no te deja indiferente. Su libro de cabecera es Consolación de la Filosofía, de Boecio, libro que inspira al personaje en todos los aspectos de su vida. Así, Ignatius es un estoico practicante  inadaptado a la sociedad capitalista, un quijote moderno que se enfrenta a una sociedad que no lo entiende. Para Ignatius, el trabajo es una forma de esclavitud y su vida empieza a desmoronarse cuando se ve obligado por su madre a buscar un empleo. El autor nos cuenta con mucho humor, y cierta ironía, las vicisitudes de Ignatius en los dos trabajos por los que pasa. Pero también se percibe el fondo dramático de la inadaptación del personaje a la sociedad. Y es que Ignatius, como un quijote que se enfrenta a los molinos, también trata de enfrentar aquello que no le gusta de la sociedad que le ha tocado vivir. Ocurre en Levy Pants, la primera empresa donde trabaja, en la que intenta encabezar una huelga de los trabajadores en contra de la persona que la dirige (bien es verdad que por motivos algo egoístas). También trata de crear un Partido por la Paz, formado por "sodomitas", que pretende poner al mando de los países a homosexuales con la intención de que acaben celebrando orgías y fiestas en lugar de hacer la guerra. Para terminar de redondear toda esta disparatada historia, la némesis del protagonista, Myrna Minkoff, a la que se enfrenta (espistolarmente) durante toda la novela, y por la que parece sentir un odio particular, es precisamente la única persona que llega a entender su visión de la vida, al menos en parte, y a preocuparse por él. El autor nos cuenta la historia mediante tres recursos. Un narrador en tercera persona (a veces también en primera persona), las cartas entre Myrna e Ignatius, y también el contenido de unas libretas de notas en las que Ignatius nos va contando sus pensamientos y en la que vamos descubriendo su disparatada filosofía estoica de la vida. Curiosamente, cuando Myrna lee las libretas dice que en ellas hay bastantes "gemas del nihilismo", lo que nos permite hacernos una idea de la, también peculiar, personalidad de Myrna.

Crítica social

Hay personajes que por sus peculiaridades y su capacidad de caer en el mayor de los ridículos de forma inintencionada, llegan a ser hilarantes, tal como le ocurre al Quijote. Guardando las distancias, y es la tercera vez que comparo intencionadamente a ambos personajes, Ignatius es también de esta clase de personas. Si en la obra de Cervantes encontramos una crítica social y moral de fondo, en La Conjura de los Necios ocurre algo parecido. Tras todas las ridículas situaciones que van ocurriendo en el transcurso de la historia podemos apreciar una componente de crítica a la sociedad consumista (no en vano Ignatius es un estoico convencido), pero también al desprecio de lo diferente, que deriva en males sociales como la homofobia, el acoso escolar o tantas otras. Y es que Ignatius es visto como un necio por una sociedad que lo rechaza por su forma de ser y pensar. Moviéndome en el terreno de la opinión personal, es interesante hacer el ejercicio de darle la vuelta a la situación e imaginar que fuera Ignatius el que tiene una visión cabal del mundo en medio de una sociedad necia y enferma. Creo que la historia que nos cuenta Toole no variaría un ápice. Ignatius sería despreciado en esa sociedad por ser diferente, aunque su visión fuera la más virtuosa. Y en mi opinión, es posible que el autor quisiera trasladarnos este mensaje, máxime teniendo en cuenta que el propio Toole debía verse a sí mismo como un "bicho raro" que tampoco encajaba del todo. En todo caso, y para terminar, la muerte prematura de Toole nos ha privado, sin duda, de alguna que otra obra maestra. Aunque también es cierto que deben de haber cientos de Johns, Juanes y Antonias escribiendo obras maravillosas que nunca verán la luz, pero como diría Ende, esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.

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